EL TREN DE LA VIDA
El tren de la vida es un viaje largo… lleno de estaciones inesperadas, pasajeros que llegan y otros que se van. Cada tramo tiene un sentido, cada curva una enseñanza. Hoy te invito a mirar por la ventana de tu propia historia y recordar que este viaje no se repite. Disfrútalo, agradece y sigue adelante.
REFLEXIONES DE VIDA
Eduardo Núñez
11/19/20252 min read


Dicen que la vida es como un tren… un viaje largo, inesperado y lleno de paradas que nunca están escritas en ningún boleto.
Y quizá hoy, mientras escuchas esta reflexión, también tú vas sentado en ese vagón donde la nostalgia, la alegría y el cansancio se mezclan como pasajeros que no se conocen, pero que comparten destino.
Todo comienza igual: en una estación pequeña, cálida, donde nos suben sin preguntarnos si queremos viajar. Ahí, nuestras primeras sonrisas, nuestros primeros pasos, nuestras primeras palabras marcan la salida del tren. Luego, sin darnos cuenta, la máquina toma velocidad… y la vida se acelera.
En cada curva hay una lección.
En cada túnel, una prueba.
Y en cada ventana abierta, un sueño que parece decirnos: “sigue avanzando”.
Pero lo más sorprendente del tren de la vida no es la velocidad… es la gente que sube y baja.
Personas que llegan solo por un tramo.
Otras que se quedan más de lo que imaginamos…
Y algunas que desearíamos que nunca se hubieran bajado.
Hay estaciones que duelen.
Estaciones donde se despiden padres, hermanos, amigos… silencios que se quedan sentados junto a nosotros en los asientos vacíos. Y no importa cuántos kilómetros recorramos: hay ausencias que siguen siendo pasajeras… y presencias que jamás se olvidan.
También hay estaciones hermosas: el amor, los hijos, las metas alcanzadas, los abrazos que nos salvan.
Y entonces entendemos que este tren no avanza por las vías…
avanza por dentro de nosotros.
Un día, sin aviso, el conductor —la vida misma— nos obliga a mirar hacia atrás.
Y ahí comprendemos que el viaje ha valido la pena no por la distancia recorrida, sino por aquello que fuimos capaces de sentir.
Si tu tren hoy va lento, disfrútalo.
Si va rápido, respira hondo.
Si alguien bajó, agradece su tramo.
Y si alguien sube, ábrele un espacio en tu corazón.
Porque lo único seguro es que este viaje no se repite…
y cada amanecer es una nueva estación.
Tú decides si lo pasas dormido… o despierto mirando el paisaje.