Mi regalo eres tú
A veces el mejor regalo que puedes dar es tu tiempo, tu oído, tus manos, tu abrazo, tu presencia. Y a veces… el mejor regalo que puedes recibir, simplemente, es alguien que te ame sin condiciones. Porque en esta historia —como en la vida— siempre hay un momento para decirlo claro: Mi regalo eres tú.
REFLEXIONES DE VIDA
Eduardo Núñez
11/26/20252 min read


Esta historia comienza una tarde cualquiera.
O quizá no era cualquiera…
Porque las cosas importantes nunca llegan anunciándose.
Don Ernesto, un hombre serio, correcto, de esos que siempre llegan a tiempo y casi nunca hablan de más, se había pasado la mañana entera buscando un regalo para su hija.
Era su cumpleaños número trece.
Una edad difícil, una edad en que los hijos se vuelven misterio… y los padres, a veces, también.
Entró a tiendas, vio aparadores, escuchó sugerencias.
Ninguna le convencía.
Nada parecía estar a la altura de lo que él quería expresar.
Porque lo que él deseaba decir… no cabía en una caja.
Esa tarde, su hija llegó a casa cansada, con el uniforme arrugado y los ojos tristes.
El mundo adolescente le empezaba a pesar.
Y aunque trataba de ocultarlo, él lo notó.
Los padres saben.
A veces no hablan, pero saben.
—¿Qué tienes, hija? —preguntó.
—Nada, papá… cosas de la escuela —dijo ella, mirando al piso.
Él guardó silencio.
Respiró hondo.
Y comprendió, por fin, cuál era el regalo que buscaba desde la mañana.
Se sentó junto a ella.
No sacó nada de una bolsa.
No dio ningún objeto.
Solo habló… con esa voz que pocas veces usaba, la voz que nace del corazón.
—Mira, hija… yo sé que creces, que el mundo te exige y que a veces sientes que no encajas. Sé que te comparas, que te cuestionas, que dudas incluso de ti misma. Pero quiero que lo sepas, y te lo digo hoy, porque es tu cumpleaños, pero sobre todo porque ya te hacía falta escucharlo… Mi regalo eres tú.
Tu risa.
Tu forma de ver la vida.
Tu valentía.
Las veces que te has caído y has vuelto a empezar.
El brillo que llevas cuando sonríes.
El simple hecho… de que existas.
Ella lo miró sorprendida.
No esperaba tantas palabras.
Mucho menos tantas verdades.
Y ahí, en ese pequeño espacio de sala, entre mochilas tiradas y el ruido del tráfico entrando por la ventana, ocurrió el milagro cotidiano:
Una hija volvió a sentirse valiosa.
Y un padre entendió que el amor se regala en vida… no en fechas.
Porque al final, los objetos se pierden, se rompen, se guardan en algún cajón.
Pero las palabras…
Esas que se dicen desde el alma…
Esas acompañan para siempre.
Así que hoy, donde quiera que estés, recuerda:
A veces el mejor regalo que puedes dar es tu tiempo, tu oído, tus manos, tu abrazo, tu presencia.
Y a veces… el mejor regalo que puedes recibir, simplemente, es alguien que te ame sin condiciones.
Porque en esta historia —como en la vida— siempre hay un momento para decirlo claro:
Mi regalo eres tú.