Sigue creyendo

Hoy quiero contarte una historia que, quizá, se parezca un poco a la tuya.

Había un joven que trabajaba todos los días en un taller mecánico. No era el oficio que soñaba, pero era lo que había encontrado. Los días eran pesados, el calor insoportable, y las manos se le llenaban de grasa. Más de una vez pensó en rendirse, en abandonar todo, porque las circunstancias parecían cerrarle cada puerta.

Un día, mientras limpiaba sus herramientas, escuchó la voz cansada de un anciano cliente que le dijo:
—Hijo, ¿sabes cuál es la diferencia entre quien triunfa y quien se queda a mitad del camino? Que el primero nunca dejó de intentarlo, aunque todo dijera que no.

Aquellas palabras se le clavaron en el corazón. Desde entonces, empezó a ver cada día como una oportunidad. Entendió que el éxito no llega con un golpe de suerte, sino con la suma de pequeños actos de valentía: madrugar cuando no hay fuerzas, aprender cuando todos se burlan, seguir creyendo cuando nadie más lo hace.

Pasaron los años. Ese joven, que parecía condenado a la rutina, abrió su propio taller. Y no solo eso, se convirtió en un referente en su comunidad, enseñando a otros que lo importante no era el lugar donde empezaste, sino la determinación con la que luchaste para llegar a donde soñabas.

La reflexión de hoy es clara: no dejes que las circunstancias te definan. La vida siempre pondrá pruebas, pero también te dará la fuerza para superarlas. Si luchas con fe, tarde o temprano, tu victoria llegará.

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