Una Navidad sin luces

Porque una Navidad sin luces puede ser, a veces, la más luminosa de todas.

INSPIRACIONESREFLEXIONES DE VIDA

Eduardo Núñez

11/13/20251 min read

Aquella Navidad fue distinta. No hubo luces en la fachada, ni árbol, ni el aroma a canela que siempre llenaba la casa. La ciudad estaba apagada, y en casa de los Morales la oscuridad no era sólo eléctrica: era del alma.

El padre había perdido su empleo hacía meses, y con él, la ilusión. La madre hacía milagros para servir la cena, mientras los niños, sin decirlo, sabían que esa Navidad no sería igual.

Esa noche, sin regalos ni adornos, se sentaron los cuatro alrededor de la mesa. La vela que iluminaba sus rostros apenas alumbraba los platos vacíos, pero fue suficiente para mirarse a los ojos. Y allí, en medio del silencio, sucedió algo inesperado: el más pequeño, de apenas seis años, tomó la mano de su padre y dijo —Papá, no importa que no haya luces, tú eres mi Navidad—.

Nadie habló. La madre lloró, y el padre, que había estado ausente por semanas, sonrió con una mezcla de vergüenza y ternura. Esa noche entendió que la luz que buscaba no se enchufa: se enciende en el corazón.

Desde entonces, cada año, en casa de los Morales no faltan las luces, pero no las que cuelgan del techo, sino las que brotan de los abrazos, de las palabras sinceras y del amor que aprendieron a valorar cuando todo parecía apagado.

✨ Porque una Navidad sin luces puede ser, a veces, la más luminosa de todas.

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