Gracias… incluso por el dolor - Reflexión de hoy

 

Se llamaba Julián. Era un hombre bueno, trabajador, lleno de sueños… y también lleno de tropiezos.

Una tarde, mientras llovía y el ruido de los truenos se mezclaba con sus pensamientos, se sentó en la vieja silla de su madre —ya fallecida— y rompió en llanto. Sentía que había fracasado. Lo habían despedido injustamente, su pareja lo había abandonado, su salud se había debilitado. “¿Qué sentido tiene seguir?”, se preguntaba con el alma hecha pedazos.

Pero esa noche, en medio del silencio, algo cambió. No fue un milagro repentino, ni una voz celestial… fue solo un suspiro. Uno profundo, desde dentro. Y con él, una frase que brotó sin que supiera de dónde:

“Gracias… incluso por esto”.

Al día siguiente, decidió salir. Caminó, saludó al vecino que siempre ignoraba, se tomó un café con su hermana que no veía hace años, y sin saber cómo… la vida comenzó a cambiar. No de golpe. Pero sí con intención.

Con el paso del tiempo, Julián entendió algo poderoso:

A veces lo que no queremos es justo lo que necesitábamos.

Lo que no llega, también enseña.

Lo que se cae, también construye.

Y lo que duele… también transforma.


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