Una carta al universo - La Reflexión de hoy
Pedro no era de palabras suaves ni de gestos evidentes. Había sido forjado entre responsabilidades, decepciones y silencios que duelen más que cualquier grito. Pero esa mañana, después de una noche larga de insomnio y pensamientos agitados, decidió hacer algo que nunca había hecho: escribir.
Se sentó frente a la ventana, encendió una vela —como si encendiera también su alma— y escribió:
“Amado Universo:
Hoy no vengo a esconderme detrás de mi fuerza.
Hoy quiero agradecer.
Agradezco los días en que me sentí perdido, porque aprendí a buscar dentro de mí.
Agradezco las veces que tuve miedo, porque me obligaron a ser valiente a la fuerza.”
Gracias por los días difíciles que me enseñaron de qué estoy hecho
Gracias por las personas que llegaron como faros, y también por las que se fueron dejándome lecciones.
Por los retos que me doblaron, pero no me rompieron…
Por los momentos en que no entendí nada, y aún así decidiste sostenerme.”
He entregado el corazón, sigo soñando y con mi vela de la esperanza encendida dentro de mí, sé que llegará cuando tenga que llegar.
“Hoy suelto la necesidad de tener todo bajo control.
Confió en tu sabiduría.
Cerró el cuaderno con una lágrima que no era de tristeza, sino de plenitud.
Pedro no tenía todas las respuestas, pero sí algo más valioso: paz.
Reflexión:
Un hombre también sana.
También llora, también cae, también se levanta con más fuerza.
A veces no se trata de entender, sino de confiar.
No se trata de correr, sino de caminar con fe.
Haz una pausa, agradece… y sigue.
El Universo, Dios, la Vida… como quieras llamarle, siempre responde al corazón abierto.
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