La reflexión de hoy - Las potencias de la mente

Sufrimiento, desolación, angustia, preocupación. En el diario vivir se instala el miedo, la angustia, la adicción, gritos, pleitos, disgustos, alejamiento de quien más amo. Y separado, aislado de mí mismo, experimento una sensación de ser corcho en el mar o una hoja al viento, y no entiendo por qué.


Cuando se instala la noche de la mente, por más que le pido a Dios parece que no me escucha, parece que siempre dice ¡no!, y tal parece que aquello que quiero alcanzar se me escapa de las manos, y aquello que quiero dejar por siempre y para siempre, me ata con cadenas y candados. Todo esto me llena de rabia, de frustración, de culpa y mil ¿por qué?  Pero cuando aprendo a guardar silencio para escuchar tu voz, Señor, parece que el corazón me dice: “Ese sufrimiento es sólo por ignorancia, por inconsciencia, porque ignoras que eres mi Criatura Amada, mi Criatura Perfecta, y que en tu corazón, tu mente y tu espíritu, hay recursos y poderes para transformar la vida y realidad que te agobia”. 

Y así, al hacer un alto en mi camino, cuando guardo silencio para escuchar la voz silenciosa del Creador descubro que mi mente tiene potencias, como el día y la noche, la luz y la oscuridad, lo positivo y lo negativo; y que cada una de esas potencias tiene leyes precisas que actúan como actúa la electricidad, la química o la biología.
Una de ellas, la oscura, la que equivale a la noche de la mente, genera dolor y sufrimiento. Mientras que la que me conecta al espíritu y al corazón de Dios, la que equivale al día de la mente, me da el impulso y la fuerza para volar tan alto como el más grande anhelo, como mi sueño mejor.

Gracias, Señor, sé que es largo el camino que queda por andar, y que son muchos los peldaños que hay que escalar; pero hoy sé que no camino sola o solo, que caminas conmigo, que vives en mí. Descubro que hay potencias en mi mente, recursos en mi interior, día y noche, luz y oscuridad. 

La noche de la mente me impulsa a enfrentar el ayer para aprender de él. El día de la mente es la fuerza del espíritu que me impulsa hasta el infinito, hasta el centro del corazón de Dios.
Aut: Raquel Levinstein.

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